El miedo a la grandeza

Una y otra vez he chocado con ese carácter nacional de lo que he dado por llamar el pequeñismo, un afán casi obstinado por empequeñecerlo todo. No se si entienden a que me refiero… la gran mayoría no repara en ello, quizá porque han crecido inmersos en una cultura donde el diminutivo pasa de una mera forma lingüística a un estilo de vida. Se dice amorcito para referirnos a la persona que más amamos, sin importar que el amor que sintamos por ella sea inmenso, decimos bonita o bonito para referirnos a una persona bella, sin reparar en que el termino minimiza su grado de belleza y “friito" cuando el frío es tan terrible que nos hela hasta los huesos, amiguita sin importar que nuestra amiga sea alguien mayor, y una de las formas más comunes y para mí de las más desagradables: “mujercitas” para referirse al genero femenino. Ni que decir entonces de términos como “inditos" para referirse a los indigenas, “negritos” para referirse al tono de piel oscuro, “gringuita” para referirse a una extranjera o “mariconcito” para referirse a un homosexual. Formas estas, seudo cariñosas que ocultan una arraigada desigualdad social y en algunos casos cierto grado de desprecio y odio. ¿Porque ocultarnos tras un diminutivo? ¿porque no crecer y aprender a llamar a las cosas por sus nombres y en su dimensión exacta, pero con el respeto necesario que cada individuo merece? Me lo he preguntado una y otra vez desde joven, quizá porque crecí con una madre que decía hijazo en lugar hijito, Juanon en lugar de Juanito, Preciozasa en lugar de preciosita. Los diminutivos, me suenan a lo que son, una mera forma de minimizar o empequeñecer, un oculto temor a aceptar la grandeza. Hace unos días recibí un mensaje de un grupo de compañeras de escuela, que comenzaba más o menos así: Chicas hay que calendarizar nuestra primera reunión del año. Este mensaje me hizo ser consciente de que siempre que nos reunimos la conversación comienza con un “Chicas ya vieron que o Chicas supieron que” pero el “Chicas” se ha convertido en la forma de dirigirnos a nosotras, sin importar que todos andamos ya al rededor de los cincuenta años. ¿Porque ese afán por ser chicas, cuando en realidad somos grandes? la grandeza es un regalo que el paso de los años debe acrecentar en nosotras, hemos crecido en experiencia, vivencias, conocimientos, recuerdos, ¿Porque querríamos entonces quedarnos chicas, pequeñas, pobres? Si bien la juventud fue hermosa, éramos inexpertas, inseguras y carecíamos de la libertad que hoy tenemos, el paso del tiempo nos ha llenado de conocimiento y la vida adulta nos hace grandes, no deberíamos pues tenerle miedo a nuestro nuevo estatus, somos grandes y eso no es ofensivo, sino por el contrario es halagador y en lo personal no tengo interés alguno en competir por la pequeñez. Nuestra forma de hablar se ha vuelto sin siquiera pensarlo en un reflejo de nuestros temores como sociedad, como cultura, y en nuestro estilo de vida por demás “pequeñista” y valga el acuño de este termino. Si queremos salir del pequeñísimo y comenzar a crecer, tenemos que comenzar usar las palabras correctas sin miedo, lo temible no esta en las palabras, sino en la mediocridad, en los temores, en el desprecio, o el rencor que estas ocultan, aprendamos a vivir con respeto a los demás, sin ocultar lo que arrastramos con diminutivos para suavizar la forma en que realmente vemos la vida. Atrevamonos a crecer, a ser grandes, a sentir, pensar y vivir en grande sin miedos ni complejos. En lo personal, no quiero un amorcito, quiero un amorzaso inmenso, una vida grandiosa y no una vidita, y no quiero ser chica, sino grande, todo lo grande que el espíritu humano logre ser.