La vida Sigue.....
- Por: Zoar Melek
- 7 mar 2019
- 4 Min. de lectura
Se que me he estado ausente por mucho tiempo, tiempo de ajustes y readaptaciones, de soledad, silencio y reflexión, de trabajo pesado y de desiciones no fáciles, de cambios, cambios que siempre implican un gran esfuerzo. He querido escribir tantas veces y he callado tantas más, mil cosas han pasado en este casi un año de silencio, cosas de las que más de una vez pensé escribir, pero por falta de tiempo, internet, o ánimo no lo hice. Hace un año, mi hija quien fue siempre mi inseparable mejor amiga, estaba apuradísimas, llenando solicitudes para becas de maestría, siempre fue desde su inicio estudiantil tan brillante que jamás dudó conseguir una, seis meses después partía a a Francia, con todos los ahorros que pudimos juntarle y sin ninguna beca, pues una a una le fueron negadas. Han sido tiempos difíciles, de estar sometidos a demasiado estrés, mi esposo con un sin fin de posgrados estuvo casi un año desempleado y actualmente tiene un empleo temporal en el que gana muy poco y para el que no requeriría ningún grado académico. Y yo, que decir de mi... abrí mi propio negocio que se mantiene después de un año, pero aun no da mucho y tenemos una hija haciendo una maestría en Francia sin ningún tipo de beca.

Aunque los días más difíciles han pasado ya, y esos fueron los de la adaptación, primero cuando mi esposo se embarco y mi hija y yo pasamos todo nuestro ultimo verano aquí sin él, haciendo tramites engorrosos y viviendo esa mezcla de alegría y tristeza de toda separación, un verano de despedidas, de vivir con prisa todo aquello que fuimos dejando pendiente, de desvelos y platicas pues sabíamos que después ya no habría más tiempo para ellas, que extraña parecía la ausencia tras más de veintitantos años de estar juntas... Queríamos compartir todos los libros que habíamos relegado, hacer aquellos paseos que quedaron pendientes, queríamos hablar de todo aquello que nos faltaba hablar y los días se iban en trámites, filas, viajes para realizar trámites, hubiéramos querido hacer un ultimo viaje de vacaciones juntas, pero todo nuestro dinero estaba siendo ahorrado para que ella partiera a Francia. los días se iban casi sin sentirlos, estábamos entusiasmadas con la idea de lograr para ella esa meta, pero al mismo tiempo la tristeza de la próxima partida nos entristecía, sentimientos ambivalentes se hacían cada día mas fuertes. Perdimos totalmente el contacto con mi marido quien estaba embarcado y dos días antes de la partida de mi hija aun no sabíamos si llegaría a tiempo para despedirla.
El día de llevarla al aeropuerto llego, la despedida fue breve y sin lagrimas, pero mi corazón parecía comprimido, una sensación de angustia y plenitud me invadía, había yo cumplido... mi hija partía en busca de su destino, pero una parte de mi la perdía también a ella, de compañera y complice de esta vida simple y plena de todos los días, nuestra común vida cotidiana. Y llego el momento de retornar a casa y enfrentarme a la dura tarea de vaciar su recamara, de meter en cajas para donar su ropa, zapatos, sombreros, increíble como era que tenia tanta ropa si siempre la veía vestida igual? guardar sus recuerdos de infancia y elegir entre los objetos de su pasado que guardaría y los que desecharía, que dura fue esta parte, recoger sus fotos, cartas, recuerdos, sus muñecos, cuadernos, notas, escritos, todo un mundo que por años yo ayude a su construcción, ahora llegaba su fin y más de una vez no pude evitar que las lagrimas rodaran por mis mejillas. Todo septiembre y octubre enfrente esos cambios totalmente sola, mi esposo había vuelto al barco en cuanto nos despedimos de nuestra hija. El silencio de la casa era tan duro especialmente por las tardes, su gato que ahora es mío, la esperaba todas las noches firme y quieto en la puerta de la casa, las primeras noches durmió ahí, firme y fiel y esto desgarraba aun mas mi alma. Me entregue al trabajo de día y de noche la primer semana, quizá para no sentir o pensar, pero ella y su ausencia estaban todo el tiempo en mi mente. Siempre había esperado ese momento desde que la tuve la primera vez en mis brazos, siempre desee que ella corriera tras su destino y de hecho se tardo tanto que hubo que corretearla, pero ahora que había partido, la adaptación lo sabia bien, no seria fácil. Las primeras mañanas la esperaba para irme a correr, y sentía terrible al ser consciente de que no estaba ahí, preparaba sin querer dos tazas de té y cuando me salía a hacer jardinería veía a su ventana y no podía menos que imaginarla ahí, cargando a su gato y dándome los buenos días con una sonrisa aun adormilada y perezosa... pensaba en eso y las lagrimas rodaban por mis ojos. Definitivamente, la ausencia y los cambios tan drásticos nos enfrentan a una forma de duelo, que si bien no es tal como el de la muerte si es duro de superar. Seis meses después, aun la echo de menos, pero me hace feliz saberla allá, acrecentando sus conocimientos, viviendo nuevas experiencias y forjadose una vida, como un día lo hice yo. El gato no la espera más y de hecho lo he vuelto a ver feliz, y yo, yo me he adaptado al silencio de mi casa, a correr sola, a compartirle mis libros por el mensajero, y a platicar un rato todos los días a travez de Facebook, a compartirnos las películas, y pasarnos recetas. La vida sigue y el lazo que nos une es cada día mas fuerte, solo que lo vivimos de diferente manera, la vida volvió a tomar su curso, y su recamara es hoy mi rincón de trabajo, donde ahora mismo escribo, mi esposo ha vuelto a buscar trabajo, con todos sus posgrados que en este país parecen mas un lastre que una llave para nuevas oportunidades, y mi hija busca exhaustivamente una beca, para poder cursar el siguiente año de forma mas relajada, tanto para nosotros como para ella. El duelo pasó en un semestre y nuestra nueva vida nos mantiene aun unidos a la distancia con todas las complicaciones y retos que esto implica.
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