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Construcción y reconstrucción de un pasado fantástico.....

  • Por: Zoar Melek
  • 13 mar 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 31 may


Este año, hemos tenido inusualmente muchas tardes lluviosas, frías y sombrías, muchas de estas sin la luz natural necesaria para continuar con mi trabajo como ilustradora, y estando mi marido embarcado y mi hija ausente, no tengo mucho que cocinar, ni con quien ponerme a platicar mientras veo la lluvia caer por la venta. Así que he aprovechado dichas tardes para revisar aquellas cajas de la parte alta de los armarios, aquellas llenas de fotos y objetos viejos que casi no abro. Sentada en mi estudio, la tetera bien caliente y mi gato acurrucado a mis pies, me he dejado devorar por el pasado, sumergir en los recuerdos tarde tras tarde. He bajado de los más alto una caja grande que casi no abro, una caja que contiene los recuerdos casi mágicos y a lo mejor alterados por el tiempo de un tío muy querido. El tío viajero impredecible y militar que toda familia tiene en algún rincón de la memoria. Un hombre de otra época, que llegaba a casa con su traje impecable, su mascada en el cuello y su pequeño deportivo europeo que había traído de uno de sus viajes. Llegaba siempre cuando menos se le esperaba cargado de regalos extraños e historias aun mas extrañas todavía. La casa se volvía una fiesta a su llegada, mis padres sonreían y pasaban las noches platicando. Sus pláticas que quizá contenían mucho de exageración, eran escuchadas por mi con la fascinación de un niño que aunque no logra entender todo lo que escucha y sin embargo se siente profundamente deslumbrado con la mención de aquellos lugares extraordinarios. En la familia se decía que había sido espía, que hablaba más de siete idiomas, y que había ya dado varias vueltas al mundo entero, yo imaginaba sus viajes tan fantásticos, mientras lo escuchaba narrar a los adultos, costumbres militares, lugares y anécdotas. Como un hombre solo que envejeció sin familia, en sus últimos años se apego mucho a mi que era la mas pequeña de casa y por entonces no tendría más de tres o cuatro años. Ese tío murió tempranamente y al partir sus cosas quedaron en casa de mis padres, su álbum de fotos, cartas escritas con hermosa caligrafía en diferentes idiomas, su carro deportivo que había traído con él de Europa, sus uniformes e insignias, sus negras botas militares. Murió lejos de casa, y quizá por mi edad o porque así se acostumbraba entonces, mi madre no me quizo decir que había muerto, pese a que yo había escuchado cuando se los comunicaron. Ella, dos días después de que les informaran, me comunicó que mi tío no nos visitaría por largo tiempo pues había vuelto a Europa y pasaría mucho tiempo viajando. Por un tiempo sus cosas permanecieron en el lugar de siempre, las botas negras, el uniforme colgado en un gancho en la pared de la habitación que ocupaba cuando nos visitaba... el tiempo paso y yo crecí esperando su retorno, hojeando su viejo álbum de fotos blanco y negro, desdoblando sus frágiles y amarillentas cartas, observando a detalle las insignias que mi madre guardaba en una bolsa de manta blanca, dentro de una caja de habanos. Y siempre antes de devolvérselas para que las guardara de nuevo, le preguntaba si él un día volvería. no recuerdo el día en que me dijeron la verdad o si simplemente no me la dijeron y yo siempre la supe, pero aun así seguía pasando las tardes muertas, viendo por la ventana con la esperanza de verlo llegar maleta en mano, con alguna nueva novia traída de un lugar lejano. Su ausencia se volvió una hueco en mi alma, un mal permanente que a mis 17 años un amigo al que quise mucho lo denomino mal de ausencia. Recuerdo que a mis 15 años poco antes de que muriera mi madre, solía yo acosarla con preguntas necias sobre la muerte de mi tío, si ella lo había visto en el ataúd antes de sepultarlo, si estaba segura de haberlo visto muerto... Yo escuche cuando les informaron a mis padres que mi tío había muerto, pero mi mente infantil que no entendía la muerte se aferro a las palabras de mi madre y por demasiados años espere su retorno pese a saber que no llegaría, con esa necia esperanza de verlo llagar a la puerta con una sonrisa y nuevas historias. Quizá porque en mi numerosa familia siempre me sentí sola, quizá porque nadie me ponía la atención que ese tío me había puesto, no lo sé, pero en su ausencia él estaba más presente que nunca. Han pasado años luz de aquello, y si no fuera por su álbum de fotos que mi madre me regalo algunos años antes de morir, por sus insignias, por sus frágiles cartas amarillentas escritas en diferentes idiomas y caligrafías, quizá pensaría que el y todos mis recuerdos de esos días fueron parte de un sueño. No recuerdo su voz, y a ratos su imagen luce tan borrosa, como deslavada por el tiempo, pero recuerdo con claridad sus palabras, la textura de su traje amarillo y el curioso ruido que aquella dura tela hacia en cada uno de sus movimientos, el olor de su carro cuando el sol calentaba la tapicería, y su sonrisa de tío bonachón cuando nos llevaba de paseo a mi y a mi hermana. Ese tío maravilloso y viajero que parece más un personaje de ficción, y ahora en la vida adulta en ocasiones intento indagar entre mis hermanos datos sobre su personalidad, pero las opiniones son tan encontradas... que era irritable y altivo, que era un pesado, que quería siempre tener la razón, que era una maravilla y muy inteligente, que era afectuoso.......... Yo disfruto de los recuerdos quizá reconstruidos o inventados que poseo, de hurgar en esta caja donde aun conservo como un tesoro sus frágiles pertenencias, las fotos de su tiempo en Asia, cartas escritas en japonés, fotos de muchas diferentes mujeres, algunas dedicadas en alemán, otras en japonés o en ingles la gran mayoría, algunas con besos impresos al reverso, con dedicatorias atrevidas en caligrafías muy cuidadas, el tío que llegaba con regalos de lugares lejanos y exóticos, así es como permanecerá para siempre en mi mente, y como hoy en esta tarde solitaria de lluvias quiero reconstruirlo y atesorarlo, a traves de sus frágiles pertenencias...

 
 
 

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Sobre mi..

Nací hija de una viajera infatigable, que me heredo su entusiasmo y pasión. Soy una artista y escritora independiente que he tenido la fortuna de vivir en continuo movimiento y hacer que mi familia forme parte de este estilo de vida.

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