Cocinando con mi hija...
- Zoar Malek
- 26 nov 2020
- 2 Min. de lectura

Recuerdo con gusto la época en que cocinaba dos comidas diarias para mi familia. Para mi la cocina siempre ha sido una vía de expresión, y una forma de acercamiento, cocinar era la forma de decirle a diario a mi familia cuan importantes han sido para mí. Entre nosotros la comida se volvió un lenguaje, y un tiempo de convivencia que ahora que paso largas temporadas sola, llego a echar de menos. No se si les suceda a ustedes, pero estando solo pierdo el apetito y suelo comer cosas simples y ligeras, como ensaladas o solo fruta, recuerdo que hace algunos años, cuando mi hija estuvo de intercambio en Francia y mi esposo trabajando en LA, yo casi no cocinaba, pero algunas noches el frio no me permitía dormir, y entonces me levantaba de la cama y me iba a la cocina, a preparar pasta hojaldre para hacer tartas, o preparaba algún otro postre horneado que calentara un poco la casa y cuyo aroma me hiciera sentir acompañada. Por la mañana, cortaba las tartas y las empacaba en papel encerado para llevármelas a la universidad y obsequiarlas entre estudiantes y maestros, tuve compañeros que siempre esperaban la sorpresa de un buen postre. La verdad cocinar solo para mi, es algo que no me apetece casi nunca y ahora después de una prolongada ausencia, recibir la grata visita de mi hija es algo muy especial. La cocina vuelve a ser nuestro espacio de convivencia, las platicas, risas y las confidencias de casi tres años de no vernos, se mezclan con las recetas de su infancia, con sus platos favoritos, y con ese aroma a hogar y a familia que deseo ella jamas olvide. Por esto, ahora en este su primer retorno a casa, preparar con ella sus platillos que le recuerden su infancia es una parte insubstituible de nuestra convivencia. Este día preparamos simplemente Fatayer de espinaca y ensalada Tabule, comida ligera pero muy apreciada por mi hija. Nuestra cocina se llenó del aroma y los recuerdos de nuestro tiempo en libando, de la cálida cocina de los Maroun, en donde un sin fin de manos femeninas participaban en la confección diaria de cada plato, y las risas y la platicas hacían tan cálida aquella convivencia cotidiana. Hoy ha sido maravilloso escuchar otra vez comentar a mi hija: "Ahora si me siento en casa mami, ahora si"
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